Llegamos a Cusco (es como quieren los peruanos que se llame Cuzco segun el guia Rodney, porque según ellos Cuzco es un nombre que le pusieron los españoles que significa perro sucio, no sé en que se basan pero eso dicen y por eso quieren cambiárselo). Nos sorprendió cuando empezamos a ver en la zona antigua casas igual-igual a las de cualquier pueblo extremeño, pero cuando llegamos a la Plaza de Armas aumentó la sorpresa, porque era como estar en Cáceres, Plasencia, Trujillo, Zafra o cualquier otra ciudad parecida, y tomas conciencia de verdad lo que hemos estudiado todos en el colegio del Descubrimiento.
La altitud de Cusco es 3.200 m por lo que pasamos una nochecita toledana repitiéndoseme los dolores de cabeza como en el Tíbet. A la 1,30 de la madrugada tire la toalla y dije que yo no podría hacer el Camino Inca en esas condiciones. Me tome do aspirinas y un ibuprofeno con la seguridad de que no se me quitaría la migraña. Pero una vez mas el Lama y el Buda de los Grandes Viajes nos echaron una mano y como por milagro el dolor de cabeza desapareció. Aún así dormimos escasamente tres horas y tenemos que madrugar para coger el tren hasta el Km 106 donde tomaremos el Camino Inca Real.
Tras las huellas de Haram Bighman, redescubridor de Machu Picchu en su busca de El Dorado.
Pensábamos que era una ruta para turistas, pero nos sorprendió vernos rodeados de jóvenes montañeros a los que duplicabamos la edad.
El tren a Machu Picchu discurre por el margen de un rio en el interior de un cañón escarpado.
Bajamos del tren rodeados de montañas de paredes verticales y jungla tropical.
Cruzamos un puente colgante y para nuestra sorpresa el camino no discurre amablemente por el borde del rio sino que , tortuosamente
asciende pendiente arriba por un sendero de cabras con escalones de piedra descolocados por el paso del tiempo. En resumen dos horitas de ascensión sin un solo llano ni una sola bajada. El guía llevaba una botella de oxigeno por si acaso ala que, orgullosamente, no tuvimos que recurrir.
Las cuesta tenían unas nombres para animarnos. Recuerdo que la última se conocía como la “romperrodillas”.
Trini refunfuñaba y resoplaba como una condenada camino del patíbulo, bronqueandome continuamente por haberla metido en ese lió. Según decía debíamos haber subido en trenecito como toda la gente decente de nuestra edad. Aun así se porto como una autentica descubridora extremeña y corono el alto con total dignidad.
Pero aquí no acababan sus penalidades.
Después de una frugal comida en el campamento base nos esperaba la segunda parte del Caminito que el tiempo ha borrado.
Previamente visitamos las fantásticas ruinas de Wiñaywayna que solo pueden conocerse si haces el Camino.
Para desmoralizarnos de vez en cuando nos adelantaba algún porteador cargado como un mulo que aprovisionaba de víveres el campamento al que no llega carretera alguna.
Tres horas después, al caer la tarde, llegábamos al límite de nuestras fuerzas, a la Puerta del Sol en el punto más alto de entrada a Machu Picchu.
( Con Carolina, una americana a la que le pareció escasa la subida del primer día. Al día siguiente se levantó a las cuatro de la mañana para coger numero para ascender a Wayna Picchu; la montaña que se ve detrás de Machu Picchu en las fotografías. Hasta el ño 95 morían unos quince aguerridos turistas cada año en la subida. Segun nuestro guía posiblemente porque el Dios de la Montaña reclamaba sus sacrificios humanos. El caso es que esta bonita y pequeña montaña se llevaba mas vidas que todas las grandes cumbres juntas del mundo. A partir del año 95 se mejorarón las condiciones de seguridad y se restringió el numero de visitas. Parece que esto calmó al Diós que solo se cobra ya una vida anual.)
La alegría de ver el espectáculo solo fue comparable a la que sentimos al saber que las cuestas arriba habían acabado. Nos dejamos caer hacia nuestro destino final al que llegamos media hora antes del cierre con la única compañía de unas llamas que pastorean por la zona. El esfuerzo finalmente tenía un premio pero la próxima vez nos encadenaremos al trenecito.
Dormimos en el pueblo de Aguas Calientes acunados por el ruido ensordecedor del torrente del río al atravesar el pueblo.
Al día siguiente visitamos el impresionante Machu Picchu tranquilamente.
Como anécdotas curiosas nos quedamos con el campo central en el que Ernesto Che Guevara jugo un partidillo de futbol. Un monolito inca que había en el centro de la pista aguantó los pelotazos del revolucionario pero cayó abatido por la visita de nuestro monarca. Para que pudiese aterrizar el helicóptero real fue demolido. Facilitó también el aterrizaje de Michael Jackson que tuvo cerrado Machu Picchu durante tres días con motivo del año nuevo en el 2.000 como el que cierra el bar de la esquina.
Después de cinco horas de visita a la ciudad inca regresamos a Cusco. Cenamos una fantástica pizza y dormimos sin dolor de cabeza. A las cinco y cuarto tocan diana para coger el avión a Lima. Pero eso es otra historia y otro capitulo de un blog que se acerca a su final.