martes, 15 de diciembre de 2009

TIBET
Llegamos al aeropuerto de Lhasa con el miedo al Visado conseguido en un día cuando se necesitan cuatro para esta gestión. Nos tranquiliza ver que el resto de los pocos occidentales que viajan llevan el mismo papel. Entramos sin problemas tras pasar un escáner de temperatura instantáneo que media hasta las milésimas de grado. El guía de la Agencia estaba esperándonos y firmó nuestra custodia.
Esperábamos un viajecito de cuidado de unos 200 Km. por montaña y nos llevamos la agradable sorpresa de que acababa de abrirse un túnel en la montaña con nueva autoria que dejaba Lhasa a 45 Km. del aeropuerto.
El Potala es impresionante y mas impresionantes son las escaleras que tienes que subir para visitarlo. Lhasa esta a 3.600 m de altitud y el “mal de altura” se nota. En algunas tienda se vendían mascarillas de oxigeno con mapa turístico dentro para lo visitantes. Yo, que sufro de cefaleas con frecuencia no me he quitado el dolor de cabeza en tres días que me amargaban especialmente las noches. Subir tres escalones costaba esfuerzo Los trescientos del Potala, una proeza.
Lhasa esta abducida por el modo de vida chino Ha perdido su aislamiento y misterio y se ha convertido en un enorme centro comercial. L pequeño poblado bajo el Potala ha dejado paso a grandes avenidas llenas de hoteles, bancos y una absoluta saturación de tiendas ordenadas por gremios.
Estamos en temporada baja y no había prácticamente turistas. Sin embargo los campesinos locales bajaban de las montañas el fin de semana y nos miraban como a bichos raros. Algunos se hacían fotos con nosotros.
El Yak me ha salvado del pollo. He pasado los tres días comiendo y cenando Yak Steak, que, pese a ser lo más caro de la Carta, no encarecía la cuenta mas de 7 Euros para los dos.
Na Wang, nuestro guía tibetano nos contó que se había casado con una colega rusa para poder obtener un pasaporte y salir de China. Con siete años abandonó el Tíbet andando a través del Himalaya hacia Nepal para llegar a India. Tuvo que regresar para evitar represalias contra su familia.
En el Potala solo queda una minoría de monjes y de procedencia china. Solo puede visitarse parcialmente pero es suficiente para hacerse una idea de lo que debió ser en su esplendor.

Budas, budas y mas budas. Lamas, Lamas y mas Lamas, Budas del pasado, presente y futuro, budas de los 1.000 ojos y mil brazos, Budas Sacamoni…… Estos últimos con nombre muy apropiado para el negocio que tienen esto monjes montado con los campesinos. Llevan como ofrenda mantequilla de Yak en bloque o aceite para mantener las llamas encendidas; pero sobre todo llevan un enorme fajo de billetes que van repartiendo para el Buda que les conserva la vista, el que hace llover, el que cuida al ganado…..el protector de los grandes viajes. A este, reconozco que nos abrazamos por si acaso; y mas tarde nos protegería en nuestra salida del Tíbet.

He releído uno de mis libros favoritos y con toda seguridad el que me ha traído hasta el Tíbet. “El Tercer Ojo” de Martes Lobsang Rampa. Para el mundo occidental supuso la revelación de los misterios del Tíbet. Narra la autobiografía de un Lama , escrito por un inglés que nuca pisó tierras tibetanas. Acusado de falsificación aseguró ser el Lama reencarnado, se le prohibió editar en Inglaterra pero acabo triunfando en los Estados Unidos.

1 comentario:

  1. No se yo si me gusta el cambio de familia que habéis hecho en el Tibet, casi que prefiero a Inés y a María, ¿no? Y mira que dan guerra...

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